De la contadora de historias y su caballero

De la contadora de historias y su caballero

par Pedro de los Ángeles y Santacruz.

A Nicte Karina Bustamante Hernández


Plus c’est la même chose, plus ça change…
…para [quienes] están dispuestos a aceptar estas hipótesis: las cosas cambian: no siempre se puede confiar en los autores y en los magos: nadie puede explicar un dragón.

Ursula K. Le Guin

Llega una mujer sola a una ciudad, o más bien, más que a una ciudad, este lugar es una serie de venerables ruinas de antiguos palacios flotantes que están ahora varados en el lecho de un lago, y a pesar de ello, todo evoca a un pasado lleno de gloria y felicidad. Cualquiera que entre quedará sorprendido de ver que casi todo está hecho de plata, también verá que las ruinas están habitadas. Se adivina una catástrofe ocurrida hace no mucho tiempo: el lago se secó; aunque muchos moradores se han ido, otros tantos se han quedado, incluso vinieron más personas a morar, porque este lugar posee la Gran Biblioteca de Casi todas las Historias (descubierta hace no mucho, y si no se la llama De todas las historias es por un simple acto de modestia puro). Quién quiera narrar algo más que sus simples parcas experiencias ha de venir a este sitio, aprenderá y recordará viejas y novedosas historias. Lo anteriormente expuesto es la razón por la cual viene la mujer sola, busca encontrar una historia, ella se llama Nicte. Inmediatamente socializó con el primer grupo que hubo de encontrarse; comenzó a contar historias, las cuales nunca se habían contado antes, nadie las conocía, nadie las había escuchado nunca; pronto fue muy conocida, la llamaron “la contadora de las historias”; pronto fue muy conocida y muy querida. Cada día había una reunión en uno de los palacios abandonados, allí se ponía a contar sus historias, cada vez reunía a más escuchas, daba doble placer pues aparte de los cuentos es muy hermosa. Se volvió pronto muy popular, poderosa e influyente, capaz de hacer y deshacer; el día que tuvo más auditorio se le ocurrió contar como habría de ser renovada la ciudad y como recuperaría su antiguo esplendor, así declaró:

—Deberán expurgar de su biblioteca todas las historias tristes, hasta que no quede ninguna.

Después de esto hubo una gran asamblea, tan importante era que hasta los niños fueron convocados, se excluyo a todo aquel que fuere extranjero. Los ancianos presidieron, después de acalorados debates que duraron una semana, la mayoría decidió que debería de hacerse así como había dicho la Contadora de Historias, la biblioteca sería expurgada, aunque también prevaleció en la mayoría algo de la opinión de la minoría, la cual pudo lograr que esto no se hiciera inmediatamente ni de forma cruel y salvaje; además la biblioteca era enorme, y aun teniendo varios rótulos no estaba bien clasificada, pues en historias de amor había hechos heroicos; se determinó que habría comisarios que supervisarían a todos los lectores, verían sus rostros y si ellos veían pesar, el libro sería recogido inmediatamente y destruido en la afueras de la ciudad. Todos estuvieron de acuerdo.

Pero no todos los que estuvieron de acuerdo estuvieron dispuestos a obedecer, pues algunos de los habitantes recordaban su pasado parco de historias, por lo cual formaron una sociedad secreta para salvar esas historias que causaban tristeza, toda historia inventada o imaginada o contada alguna vez debería vivir para siempre, así nació la Sociedad de los Preservadores, viejos y jóvenes eran sus miembros.

No ha pasado mucho tiempo cuando ocurre lo que se les va a decir a continuación…

En una sección de la Biblioteca Peppone busca un libro determinado, sin embargo, le llama la atención un libro rojo, lo coge, lo abre y comienza a leer a donde hubo de fijar su vista al azar…

La otra mujer le grita:

Nunca te quedarás con tu caballero. Haré que jamás pueda demostrarte amor alguno, no podrá pronunciar ninguna frase de amor a la persona que ame. ¡Nunca te dirá nada hermoso! Sufrirás y haré sufrir a tu caballero: lo he encantado y no está en este mundo la solución.

Después de que la otra terminó de hablarle, la mujer reparó en su compañía a quien tenía a su lado, vio, sorpresa y horror, que su caballero había cambiado: sus ojos ya no tienen fuego, sus labios secos estaban, su risa se apagó, no contestaba a la sonrisa que se le daba, su voz se volvió silencio. Él ya no la miraba con amor. Si no estaba loco si estaba hechizado. Lloró entonces, él la veía y no comprendía nada.

El joven se entristece al leer esto. Un comisario que casualmente pasaba por ahí lo ve y lo reprende y cuando iba a prenderlo, el joven se adelanta y lo golpea con el libro, queda desmayado el censor, pronto se aleja con el libro.

En otra de las secciones de la biblioteca Camilo lee divertido un libro (el libro se llama Sobre críticos y crítica, un libro que no narra historias sino por error), levanta la vista y ve que rápido y agitado se le acerca su amigo Peppone, quien sin saludarlo siquiera le dice:

—Corre, vienen me han descubierto los comisarios. ¡Qué difícil es fingir las emociones de la lectura!

—Basta. No te lamentes, mejor huyamos.

Salieron tan rápido como pudieron a través de los laberintos de pasillos y anaqueles, esquivaban a los pocos lectores y transeúntes, algunos de ellos adivinaron lo que hacían estos muchachos: ¡qué se robaban un libro voluminoso! ¡Qué espanto de gente que se roba las historias! Varios se desmayaron. Apenas lograron escapar, y no sin que el libro sufriera daños causados alevosamente a propósito. ¿Cómo lograron huir con el libro? Uno de los ladrones recordó haber leído una historia en que los perseguidores hubieron de detenerse para recoger algo valioso, y como ellos querían leer y saber esta historia, además de ser miembros de la Sociedad de Preservadores, tomaron la decisión de arrancar lo más al azar que pudiera permitir la prisa una buena cantidad de hojas y hecho esto las dejaron tiradas para que sus perseguidores las vieran, eso detuvo a los guardias quienes se quedaron a destruir las hojas, los dejaron en paz. Después de estar seguros que ya no los perseguían comenzaron a leer el códice.


La contadora de historias y el caballero

[….] Ella lo llevó ante un hombre sabio. Éste mira al caballero, ve a la mujer. Retoma su oración, y luego dícele aparte a la mujer que el caballero tendría algún momento de lucidez, que fuera a hablar con él, que se le había revelado como acabar con la magia que obraba sobre él. Ella vuelve a él y entablan el siguiente diálogo:

—Me tengo que ir. Dice esto con un dejo de melancolía.

—No me dejes. Suplica ella. Está a punto de derramar lágrimas.

—Iré a donde pueda encontrar solución.

—¿Dónde será eso?

—Lejos. —Esto lo dice sin mucha fuerza.

—¿Mucho?

—Muy lejos. Me alcanzarás con el pensamiento. Usa la magia si es necesario. Te extrañaré mucho, aunque no lo sepa.

—Llévame contigo.

—A donde voy irás; pero no al mismo tiempo, si vienes en este momento jamás habremos de reencontrarnos. Si no me encuentras quedaré así para siempre. Tú me salvarás. Eres la esperanza de este mundo, mi contadora de historias.

—Ve. Recobrándose le ordena la mujer.

Ella la mira con amor entonces. El hombre la mira indiferente (se acaba la lucidez). Da él la media vuelta, se santigua, aparece una puerta, la atraviesa y sale de este mundo. La mujer solloza.

La mujer recupera su compostura, va a su casa, allí consulta un libro y luego otro, y otro más y otro más… Después un mes puede hacer aparecer una puerta, sonríe.

[….]

[….] Después de sus desventuras llega a la ciudad sin nombre, y que bien podría llamarse de una manera o de otra, la verdad no importa, todos la conocen y conocerán con nombres distintos porque cada visitante le da un nombre en particular, el que desee, y precisamente por ser tan conocida es el Refugio Excelente, ¿por qué?, porque allí todos están locos, lo habían perdido todo, nadie se preocupa por nadie, no habría molestia ninguna, para ocultar un asesinato haces una batalla, para ocultar un árbol siembras un bosque, y para ocultar a un hombre singular lo pones donde hay demasiados singulares.

El caballero se despoja de sus armas y saca de una bolsa una serie de dados que tienen letras e incluso espacios en blanco. Recuerda que le dijeron que si sacaba la tirada correcta y pronunciaba la frase ante la persona que amaba el hechizo ser rompería.

Avocóse a tirar los dados. Momento a momento tiraba los dados, sin descanso y sin embargo no entiende nada de lo que le sale… son palabras que no conoce, difícilmente romperá el hechizo. [….]

—¿Cuál es ese hechizo? ¿Sacará alguna vez la tirada correcta? ¿Le otorgaran ayuda los viajeros no destinados a permanecer allí?

—Déjame continuar.

[….] Después de muchos días y tiradas llegó a la ciudad una mujer de gran belleza, estaba sola. Busco afanosamente a una persona, la había encontrado, fue a donde ella, vio lo que hacía, sonrió, se acercó al caballero, cogió los dados en sus dos manos, los observó bien, suspiró, seleccionó seis de ellos, los agitó, sopló sobre ellos y los devolvió de nuevo al caballero, él los lanzó y cayeron al piso, formaron las siguientes palabras:

T

E

A

M

O


—Habla caballero. —Ordeno la mujer. Y el caballero… [….]

—¡Faltan muchas hojas!— Pasó varias páginas hasta que encontró algo escrito otra vez y lo leyó:

[….] Y el secreto finalizó.

La ciudad de plata recobró su antiguo esplendor… y aunque su biblioteca había sido expurgada, todavía tenía muchos libros.

El caballero partió con Nicte, la contadora de historias, ya no estaba loco. [….]

La persona dejo de leer.

—Allí acaba el relato. El resto son hojas en blanco.

—¿Cómo? ¡Tan pronto! ¿Y qué más pasó con ellos?

—Calma. Es corto el relato, además faltan varías páginas, no sólo éstas y las que arrancamos antes, hay páginas que no se han escrito.

—¿No te pareció en algún momento que estuviera incompleto?

—Sí, algo así.

—¡Alguien viene!

Dos sombras aparecen y causan miedo. Una de ellas habla con voz potente: —¡Entréguenos el libro! A esta voz se le suma la imagen de una espada desenvainada.

Asustados contestan:

—¿Por qué?

Los viajeros se descubren a la luz y se muestran, son una mujer y un hombre, visten hábitos raros de ver. La mujer, con suavidad, declara:

—El libro nos pertenece, es nuestra historia. Si he venido a este lugar es para conseguir el libro de la historia de mi caballero, para liberarlo de un encantamiento. Somos visitantes asiduos a estos parajes. Yo entro a través de mis artes, él, sin esfuerzo alguno: siempre se le aparece una puerta cada vez que lo necesita o lo requiere. Hemos venido hasta aquí para que nadie más se interponga con nuestra historia. Un escritor de nuestro mundo que nos conoció escribió la historia, y desde ese momento estamos ligados a ella, déjenos continuar nuestra historia.

Los jóvenes tuvieron que darles el libro a esta pareja la cual está formada por un caballero y una gitana, sólo ellos juntos podrán continuarla de la mejor manera posible, libres ya de todo lector o escritor entrometido.

Fin.

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